Cada año que pasa me gusta más el invierno, y algo de oso debo tener, porque la idea de hibernar en mi refugio familiar me alegra el alma. ¡Más desde que tengo a la osita panda más genial para disfrutar la temporada más fría del año!
Mariquel y Vale me invitaron a pensar cómo disfrutamos nuestro hogar en la temporada invernal, y haciendo una listita mental como para ir preparando este post, me di cuenta que tenía que correr al teclado y bajarla en limpio inmediatamente. Si hay algo (mucho, bah) que me enseñó mi hija es ver a la propia casa como un parque de diversiones. TODO la maravilla, TODO es un tesoro, TODO da para tocarlo, sentirlo, ya no tanto chuparlo (a no ser que tenga un color muy vibrante), y TODO lo que es nuevo a sus ojos suele inspirar su propio “woooow”. Escucharla decir “woooow” es señal de un juego a punto de empezar…
La lista mental bajada a post comienza con ¡música! Amo ponerle música: la que le fascina a ella y la que me gusta a mí… ¿sino cómo voy a reclamar cuando ella sea grande y mega fan que yo le enseñé quién es Ed Sheeran, U2 y Los Beatles? 😀 Así que el concierto en casa pasa del disco completo “Me pone alegre” de Bigolates de Chocote, con un toque de Magdalena Fleitas (sobre todo los temas punchi, a Dindu le encanta bailar), el disco de Frozen en español (ya entramos en regencia Disney…) y muuuuuuuuuuuuuuucho caudal de las canciones de la Granja de Zenón (lo digo como la Vaca Lola, y lo digo como MUCHO EN SERIO); a cualquier disco del colorado inglés que enamoró a una Galway Girl, al MTV Unplugged de Bryan Adams y a la banda original de Pride and Prejudice (la peli: amo la peli, amo su música) cuando quiero serenarme y/o serenar a Dindina 😀 La clave de la diversión pasa por bailar juntas a upa o a mano, cantar (ya está empezando a cantar, a recordar letras… es hermoso) y/o simplemente estar bien cerquita suyo cuando salta en el sillón: ¡jamás pensé que mi hija disfrutaría tanto hacer pogo a los dos años! La música es una gran fuente de calor para enfrentar el invierno, y la vida 😉
También disfrutamos mucho nuestras sesiones de lectura. En su cuarto el ritual es así: ella corre contenta a su cama y yo le bajo todos los libros que están en su cuarto (no hay duda que María Montessori reprueba que su biblioteca le quede tan lejos. Perdón señora eminencia, es la que hay y se viene pasando en la familia ya por tres generaciones, jiiiii). Por sólo mencionar tres, buscamos vacas, toros y otros animales en Las ricas horas de Jacominus Gainsborough de Rébecca Dautremer (libro hermosísimo para leer, mirar y sentir con toda el alma, ¡gracias Verito Farías y Emi por este regalazo!), me deja leerle completo Agatha de Anne Perpignan (¡es el único!), y quiere hojear ella misma La Vaca en su hamaca de Agustina Lynch, que llegó a casa gracias a los abuelos Gaby y Charlie para ayudar en la conquista del sueño (solo logramos que se estimule más con la vaca, su amigo pajarito, la naturaleza que los rodea… ¡a la noche la que se duerme soy yo, literal!). En el living sí tiene todos sus libros a mano y al festín es llevarlos todos al sillón para hojearlos, encontrar personajes, gritar de alegría por alguna imagen puntual. Muy pocas veces puedo completar la lectura pero no me importa en absoluto: la nena tiene los libros en sus manos y esto para mí es TODO 🙂
¡Además pintamos un montonazo! Una de las cosas que más ama es colorear, rayar, marcar, y últimamente, sacar los capuchones de todos mis resaltadores y biromes para ponérselos en la punta de sus dedos. Es un personaje total, no sé de dónde saca las ideas por eso la fiesta es doble, ¡cada día con ella es una aventura en serio! 😉
Puedo seguir enumerando actividades, como usar su cuarto para tomar el té con un juego adorable que le compré estando de viaje y comer torta inventada con bloques de madera; armar rompecabezas (mamá arma, ella se para arriba y salta, juaaaa, aunque últimamente coloca algunas piezas sola del modelo Fauna Argentina de Diente de León, wiiii); desarmar la alacena completa y sirve vasos de “sopa” de lata de choclo, lata de arvejas, sachet de salsa de tomate, etc.; jugar a las escondidas; correr con los cochecitos de sus muñecos alrededor de la casa (una persigue a la otra siempre); ponerse mis zapatos y caminar por el pasillo; y algo que recién está empezando a pasar (aunque yo lo promuevo prácticamente desde su nacimiento): cocinar juntas. La semana pasada me ayudó a hacer la mousse de dulce de leche del libro de Lulú de Luz del Este, y como ya se había encargado de desmenuzar con sus manitos traviesas un budín marmolado que había hecho dos días antes, usamos esas migas sabrosas como base del postre (¡idea aprendida de Jess Lekerman!): arriba mousse y para coronar, ¡merenguitos! Al freezer y chau, tuvimos un postre casero genial para disfrutar con la tía Beba, mi querida madrina y gran presencia en la vida de mi hija.
El invierno es hermoso y con semejante compañía, una verdadera fiesta, cada día. Gracias hijita por encender el calor de hogar 🙂 ¡Feliz hibernación en sus refugios amados!
Vero Mariani
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